Te imagino cobijado por las ondulaciones de nuestro amor,
tan pequeñito y vivo, tan garabato y tierno, tan inquieto y despierto. Te siento
tan humano y feliz como un pequeño duende saltarín que navega en mis mares, que
come de mi alimento, que crece a toda prisa con un deseo apasionado de vivir,
de sentir, de curiosear por ahí. Te imagino adivinando el paisaje, intentando
descifrar las voces y sensaciones que te llegan desde otros lugares, como ecos lejanos y difusos. Te sueño rosado y
latiendo.
¿Cómo es posible que tanto amor se condense en tus graciosos
cinco centímetros? Recuerdo que hace unas semanas tenías el tamaño y brillo de
una lentejuela destellando en mí y hoy ya creciste. Te agradezco por hacer que
cada noche el sueño me sorprenda así, tan redonda y sonriente.